jueves, 14 de abril de 2011

Nuestra propia versión de la leyenda del quirquincho músico

El quirquincho músico

Un viejo quirquincho que vivía en el Altiplano, cerca de la Cordillera de los Andes, se pasaba muchas horas del día escuchando las melodías del viento. Le gustaba mucho la música. En las noches de lluvia siempre se acercaba al charco donde cantaban las ranas, y al escucharlas sus ojos se le llenaban de lágrimas.
-¡Ojalá pudiera cantar así!¡Seria tan feliz! – decía el quirquincho mientras escuchaba su bello cantar.
Pero en lugar de alegrarse por la admiración que les tenía el quirquincho, las ranas se reían de él.
-No importa que vengas a escucharnos todos los días, nunca vas a aprender a cantar tan lindo como nosotras, porque eres muy torpe.
El quirquincho, que era tan bueno, las ignoraba y no daba importancia a los insultos que ellas le decían.
Un día, delante de él, pasó un hombre con una jaula llena de canarios que cantaban una hermosa melodía. Entonces, el quirquincho tan impresionado decidió seguirlos.
Cuando las ranas escucharon el canto de los canarios quedaron asombradas.
-Ellos son solo sapos con alas, y son de nuestra familia. Pero nosotros cantamos mucho mejor.
En ese momento, una de ellas vio al quirquincho detrás de las jaulas.
-¡Miren al tonto del quirquincho! Pensará aprender a cantar como los canarios.
Más tarde, las patas del quirquincho, se empezaron a cansar de tanto caminar.
-¡Qué mala suerte! ¡Se van y no puedo seguirlos más!
Quedó allí, cansado, hasta que el último sonido se perdió a lo lejos.
Al anochecer, yendo para su casa, pasó por la choza de Sebastián Mamani, el hechicero, y decidió ir para pedirle un favor.
-Hechicero, tú que todo lo sábes, enséñame a cantar como las ranas y los canarios –dijo el quirquincho muy desesperado y angustiado.
Sebastián decidió ayudarlo por algo a cambio.
-¿Qué tendría que darte?- preguntó el quirquincho.
-Me tendrás que dar tu vida- respondió el hechicero.
-¿Mi vida? Muerto no podría cantar…
-Sí, con tu vida.
-Bueno, acepto todo con tal de aprender a cantar.
Al día siguiente, el quirquincho, amaneció cantando en las manos del hechicero.
Cuando las ranas lo escucharon, se sorprendieron y lo siguieron muertas de envidia, saltando detrás de él, quien convertido en charango cantaba hermosas melodías.
Fue así, como el quirquincho dio su vida por la música.

(Adaptación de 5to grado)

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